lunes, 27 de septiembre de 2010

DEDITOS



¡Qué graciosos y tiernos! Narraba el locutor que causaban furor entre la jet de Miami y de Los Ángeles y que esta moda de tenerlos como mascotas estaba llegando a Europa. Seguramente sería una moda pasajera, pero moda al fin y al cabo. Sonrosados, rollizos y ataviados con dogales brillantes, los cerditos eran el último grito, el no va más de la exclusividad. Ella seguía con embeleso las imágenes, siempre le habían gustado desde que los descubrió de pequeña en la granja de su tío. Vivarachos, sin alejarse nunca demasiado de su oronda madre, no desperdiciaba la ocasión de cogerlos en brazos.

Verlos en la televisión despertaba en ella un instinto profundo e íntimo. De inmediato le asaltó el deseo de poseer uno. Pensaba con aire distraído como lo cuidaría y la compañía que se harían mutuamente, pero en seguida le asaltaban las dudas: qué hacer con él cuando creciese, porque crecían ¡vaya qué sí crecían! Y cómo podría vivir un animal de cientos de kilos en una casa tan pequeña. Cómo mantenerlo limpio y ágil en aquel cuchitril, en aquel quinto piso sin ascensor de apenas cincuenta metros cuadrados. Seguramente los vecinos terminarían quejándose y en su barrio pasear un cerdito podía ser peligroso, tanto para la salud física como para la mental.

Las dudas no la alejaban de sus ensoñaciones y, a la par que imaginaba llevándolo en sus brazos, era capaz de verse llamándole por su nombre: Deditos. Recordaba que, cuando siendo una niña los veía corretear, pensaba que lo hacían sobre dos dedos tiesos, casi de puntillas, como pequeños bailarines de ballet.

Lo que no dejaba lugar a dudas es que no podía compartir aquel anhelo con nadie. Sí se lo contase a su marido seguramente se lo tomaría a guasa. Para él sería una ocurrencia más de su esposa, como cuando quiso hacer la colección de casas de muñecas, con sus innumerables entregas, o adoptar un gatito; siempre terminaba desanimándola, haciéndola ver la incomodidad de sus deseos, embromándola, casi ridiculizándola, hasta que ella desistía.

Al final siempre terminaba cediendo, pero por cada renuncia se producía una desazón, una pequeña e íntima frustración que se almacenaba junto a la de no tener hijos o a la de vivir más cerca de la pobreza que de la modestia.

Tampoco podría hacerlo con sus compañeras de trabajo. En los descanso o durante el almuerzo ella permanecía callada, escuchando las conversaciones de las demás. Rara vez participaba de las charlas o discusiones que, en general, les parecía demasiado agresivas. Cuando hablaban del trabajo siempre era para resaltar lo precario del sueldo y las condiciones pésimas, amén del horario que las impedía realizar otras actividades. Casi nunca hablaban de política, si acaso más de cotilleos; intercambiaban información mediante revistas viejas que dejaban en el área de descanso o hablando con encendida pasión de las cuitas y desavenencias de los personajes que llenaban las publicaciones y los programas de televisión. Aunque en esas conversaciones ocasionalmente daba su opinión o tomaba partido, nunca lo hacía cuando hablaban de hombres, pues rara era la ocasión en que no salían muy mal parados.

Fue durante una de aquellas pausas en el área de descanso, mientras una de las compañeras más jóvenes relataba entre lágrimas algo que tenía que ver “con su hombre” -aquella expresión que, entre hipos y gimoteos, dedicaba a su pareja la desengañada y desconsolada víctima, le sonó vulgar y chabacana- cuando lo vio todo claro. No fue por el dechado de penas y congojas, ni por el relato con aromas a alcohol, reproches y vagancias, sino por la sentencia que la más veterana dictó cuando acabó de oír la doméstica odisea: “son todos unos cerdos”.

Bien mirado él había engordado en los últimos años. Siempre había sido de tez muy blanca y enseguida, al exponerse al sol, su piel alcanzaba un tono rosado. Su pelo, rubio ayer, hoy era ralo, canoso y por el corte que ella misma le practicaba, puntiagudo. Nadie como él, desde que la pasión terminó de irse lenta e inexorablemente, la enternecía tanto. Repasando esos pequeños secretos, que el matrimonio alberga, la acercaban más y más a su ensoñación: sus ronquidos, que parecían pequeños gruñidos, sus pedos en el sofá que siempre despertaban la hilaridad de ambos, su forma de estirarse cada mañana, sentado sobre la cama con aire somnoliento. También las mañas y formas que buscaba para que ella le rascara la espalda en cuanto estaban juntos, alegando inexistentes sarpullidos u otras excusas banales. Todo la llevaba a la misma conclusión.

Ese día salió del trabajo pero no fue directamente a casa. Dio un rodeo y entró en la nueva tienda que unos chinos habían abierto en el barrio. Allí la vio, con sus gruesos eslabones y una placa redonda colgando de ella. Espero a que terminaran de grabarla por ambos lados y a que la envolvieran en papel de regalo. Llegó a casa emocionada, aparcó por el momento las tareas cotidianas. No se cambió de ropa e incluso se retocó coquetamente el colorete y el rímel. Dejó sobre la mesita del salón el paquete y se sentó a ver la televisión mientras esperaba a su marido.

Como de costumbre él llegó puntual, resoplando y rezongando sobre lo mucho que ya le costaba subir las escaleras. Ella le miró como nunca. Él preguntó qué que era aquello que había en la mesa y ella le dijo que un regalo, que hacía tiempo que lo había visto y que estaba muy bien de precio, advirtiéndole de esa manera que no había sido ningún dispendio. Él puso cara de asombro mientras rasgaba, con fingida ansia, el papel. Sacó del estuche la cadena de acero, miró primero a un lado y luego al otro de la placa; en el anverso el nombre de ella, Resti, en el reverso se leía Deditos. Ella le ayudo con el cierre cuando él se puso al cuello la cadena, que resaltaba, plateada, sobre su pecho canoso. Y por qué Deditos, pregunto él. Por los viejos tiempos, contestó ella, tras una estudiada pausa. Los pensamientos de él viajaron rijosos y vanidosos hacia un lúbrico pasado. Ella, mientras le abrazaba y acariciaba su escaso pelo, viajó hasta la granja de su tío.

18 comentarios:

Kureka dijo...

Ayer dejé de trabajar a las 9, con el ojo pegado, espero que Oscar salga de la ducha y me encuentro esto. Y me alegra el día. Y ya sólo puedo pensar en "pochinotes", aunque en casa también nos gustan los "cod-de-di-di-tos", claro. Gracias padre! Abrazos todos.

Anónimo dijo...

Gracias por alegrarme el lunes, a mi también me gustan los cod-de-di-di-tos.
Besos Chache.

Marcos dijo...

A ti...., ¿nadie te ha dicho lo c. que eres?, tu da ideas y verás que pronto te regalan un collar y como se entere el señor del cuero, la próxima nos regalán uno a cada uno, a algunos nos queda el consuelo de ser "pata negra".

Saludos.

Sir Lawrence dijo...

Magnifico retrato psicológico de esos cientos de mujeres anónimas que, día tras día, se dejan vencer por la rutina, mujeres que se anulan a sí mismas -que sólo hablan de trapos, cotilleos de falsos famosos y cacas de los niños-, mujeres que olvidan que alguna vez tuvieron sueños, deseos, ilusiones...mujeres condenadas al silencio del salón, al olor de la cocina, al ronquido en la cama. Mujeres condenandas al ostracismo en su propia casa, anuladas, a la sombra de sus "todopoderosos" maridos...
Y aunque la protagonista cobra su venganza en forma de cadena, catarsis de su pertinaz silencio, no creo pueda olvidar esa otra que a ella le ahoga, le oprime el corazón y le quita el brillo de su mirada.
Precioso y magnífico.
Ácido y mordaz.
Como siempre.
Un abrazo

SASTRE dijo...

Nacho, bonito y tierno este cuento de “Deditos” y con una impecable narrativa.
Te diré !!! Que por aquí hay algunos de lágrima fácil, los he visto llorar a moco tendido ante lo que suponía la inexorable muerte de una araña. (Ver “La telaraña de Carlota")
Pero… me temo que nos quedaremos con la duda existencial, de saber si a la heroína del cuento, le gustaban los bocatas de jamón.

Un abrazo.

queipo dijo...

Nacho, siempre me dejas un poco atonico, es mas creo que tu profesion deberias cambiarla, es cierto que hay muchos cerditos, pero es asi la vida, lo que mas me gusta es tu dedicacion a algo que empiezas con una idea y al final la finalizas con algo de ironia de vida , como si se tratase de uno mismo.
Mi respeto a la narracion, en esta vida los hay cerditos y cerditas y lo digo para que no salgamos siempre tan mal paridos, siempre depende de que punto de mira o angulo se mire los temas o causas, la huelga fue por ejemplo una grand cerdada.
Salve campeon !Eres un fenomeno! cuando saque algun libro te lo compro a la primera, pero no me pidas mucho ya que tendre que leerlo al menos dos o tres veces para comprenderlo.

Queipo dijo...

Ayer me falto decirte algo:
Tu estilo de escribir, me recuerda aquellos escritores que empiezan el libro y sigues leyendo y uno se implica mas en el ya que lees y lees pero hasta que no llega el final no acabas de coger todo,eso es lo que tu tienes el punto de hacer el escrito interesante pero al final llega el Ok.
Como no soy de aquellos que empieza el libro al final ni tampoco chino, pues me gusta aquellos libros que son intrigantes hasta el final y el escrito mantiene en supense y emociona al lector para que siga leyendo, a eso le llamo yo pasta de buen escritor.
Salve campeon

Marce dijo...

Deditos, ja,ja,ja, buena idea, tenerlo de mascota y cuando crezca......eso sí, que sea pata negra. Dale ideas a Martín que tiene una barbacoa fantástica, je,je,je.
De la segunda parte opinaré en otro momento.
Un beso txapeldún.

Nacho M. dijo...

¡Qué zozobra hasta que habéis aparecido!

Mónica, Chache:

Me alegro de haberos alegrado. Ya sabéis que yo también tengo devoción por los “cod-de-di-di –tos”, así, con cinco sílabas.

Pipo:

Siempre me anima tus comentarios aunque, como ya te he explicado en otras ocasiones, no me veo cambiando de profesión, si acaso me la cambiarán si las cosas siguen como están o empeoran como sospechamos la mayoría. Me alegra entretenerte.

Luis:

De eso va, de ternura. De qué al igual que el agua es capaz de filtrarse por cualquier lado, la ternura también puede aparecer hasta en un paisaje tan árido como este y disfrazada de imaginario cerdito.
Por otro lado no me cabe duda del infinito amor por los bocatas de jamón que ambos tienen. Ella de una forma más esencial. Él, sospecho, más existencial.

Maestro:
Existen mujeres que sufren y padecen la paulatina anulación de sus deseos, anhelos y sueños. También, para no salir tan malparados -o algo así diría Pipo- hay hombres que pasan por similares vicisitudes. No sé si en el caso de la protagonista es debido a la sumisión a su marido o a una suerte de devenir enmarcada en un espacio y un tiempo concreto o una nefasta mezcla.

Marce:
Espero tu opinión de la segunda parte, me gustará conocerla.


A todos muchísimas gracias y besos y abrazotes a repartir.

¡Salud!

Nacho M. dijo...

¡Joder Marcos! ¡Qué me olvido de ti! Gracias por asumir que todos tenemos algo de "Deditos", aunque algunos, como tú, de excelsa pata negra.
Gracias amigo por estar por aquí.

Miguel-1961 dijo...

Buenas tardes “chavalín”

Dice un refrán, (mejor tarde que nunca) y por eso y sin justificación a mi tardanza te pongo algo dentro del hondo sentimiento a lo leido, que refleja la sumisión que muchas mujeres sienten y padecen ante “su hombre” esas de tantas, que una vez desposadas se veían o ven privadas de la su palabra y supeditadas más que ser la mujer, la compañera, se quedan en ser sus sirvientas en todos los conceptos.

De los “Deditos” no digo “ná”, que alguno me diréis, asi se puede, ¡tú eres un profesional en la materia! Pero puestos a poner, un buen Sánchez Romero D.O. Huelva ó como dice algún “andalú” de esa tierra del ronquío, un buen pata negra, un buen vino y adiós penas.

Vuelto a releer el relato una vez más, ya no sé cuantas llevo, nó, no es porque no lo entienda, está y queda muy claro, és porque cada vez que lo leo saco una nueva conclusión, de las de antes y las de ahora ¿Será que cuando lo escribes lo haces con ese fin?
O pueda ser la manera de englobar mucho en un pequeño relato, los que bien manejáis la escritura de cara a quienes os leemos siempre manejáis la intriga y nos hacéis volar la imaginación a la par, de ir leyendo.

Y sí, a mí también me gustan, no puedo negarlo y al igual tenemos esa mácula, que sabemos ser dóciles y tiernos.

Gran relato “chavalin”… un fuerte abrazo.

Marce dijo...

Despues de leer algunos comentarios y volver a leerlo, me quedo con lo que he puesto, no te gusta ??

Nacho M. dijo...

Hola Miguel:

Me alegra y me motiva hacerte leer y releer, que saques tus conclusiones. Seguramente todas y todos nos hemos visto un poquito reflejados. Todos sabemos de, conocemos a, tuvimos o aún tenemos cerca de nosotros personas como los protagonistas de este corto relato. Pienso, con la mayor de las prudencias y humildades, si no será que nos sentimos culpables –desde un punto de vista atávico- cuando achacamos a su marido, del que sólo tenemos vagas referencias, todos los males de Resti. En fin, cada uno saca sus conclusiones pues en definitiva yo lo he escrito pero el relato es vuestro.

Gracias por estar, ni tú ni nadie llega tarde, la puerta está siempre abierta.

Marcelino:

¡Claro qué me gusta! Simplemente deduje, por tu anterior comentario, que ibas dar más tarde otra opinión. Gracias campeón.

Un abrazote para los dos.

Anónimo dijo...

He llegado tan tarde que sólo me queda añadir: groink, groink. Besos malayos,
rakan anda kaki (sekarang jelas kaki hitam)

Nacho M. dijo...

Despejada la incógnita sólo me queda decir: bien apostillado, amigo Pata.

Abrazos.

Kureka dijo...

Padre, vas a tener que invitarnos pues a "cod-de-di-di-to" a mi tío y a mi, que hace mucho que no nos vemos..Escribe algo pronto, que me hace falta :)

Anónimo dijo...

¿Venís pronto, Mónica? Pues le arrojo un guante a tu padre, que este su último escrito y los comentarios me están dando mucha hambre: que nos invite a comer ese animal de varias sílabas (asado, ¿eh?, nada de laqueado) en Segovia/Torrecaballeros o similar al chino (Gus), a los chinos (vosotros) y a mí, Pierna, servidor de ustedes. Un abrazo a todos.

Kureka dijo...

Pues pronto pronto, no..como el turrón volveremos a casa por Navidad, pero espero que mi padre recoja el guante y nos junte a comer lo que sea y donde sea, pero nos junte. Besosmil.