sábado, 14 de noviembre de 2009

¡POR FIN PASÓ "HALLOWEEN"!



Antes de que algún insensato declare al blog cerrado por derribo me propongo a escribir. Han sido unos días raros, de poca actividad creativa y mucha emocional. En este tiempo ha pasado la festividad de Todos los Santos, aunque ahora la cada vez más pujante y consumidora juventud haya sustituido a esa fecha por la foránea “Halloween”.

En mi pueblo, con su numerosa, pujante y consumidora juventud, toda la chavalería iba disfrazada emulando lo terrorífico o al menos fantástico que el imaginario de Hollywood nos ha legado: hadas, vampiros, zombies, esqueletos, brujas, momias, jorobados, colegialas pálidas y ensangrentadas, nomos y demás fauna campaban por sus respetos en la última noche de octubre. Incluso llegué a ver a un torero, cuya lividez le delataba como muerto, en una fusión cañí entre lo patrio y lo importado. Lástima que ningún talibán de las tendencias le viera, seguramente en el siguiente dominical de algún diario de tirada nacional hubiera sido el modelo de fusión de tendencias.

La adolescencia más gamberra del pueblo caracterizada con los mencionados disfraces, incluso el torero muerto montado en una pequeña bicicleta que le servía para huir, arrojaban huevos a los autobuses de línea que unen las localidades cercanas con la capital. Al parecer es una actividad “secular” de esta fiesta.

También los niños se disfrazan y van por las casas pidiendo golosinas con la ya famosa consigna del “truco o trato”. Me cuenta mi amigo Luis que, cuando empezó a celebrarse donde él vive esta bárbara costumbre, tuvo un conflicto en su comunidad porque entendió “truco o tracto” y le dio un portazo a un bajito orondo, vestido de esqueleto, que además era hijo de un concejal. Como los padres también se disfrazaban y montaban fiestas en el patio de la urbanización, tal y como se sigue haciendo ahora, se presento el edil, 
con atuendo de enterrador decimonónico y anglosajón, en casa del bueno de Luis, pidiendo explicaciones. Luis tuvo que disculparse alegando que todo había sido una confusión, que la corriente había cerrado la puerta de golpe y otras excusas. Al final, y por no tener golosinas en casa le entregó al malhumorado padre una botella de su mejor whisky como donación para la fiesta de los progenitores. A la mañana siguiente, al ser interrogado por el resto de los vecinos sobre el incidente, ninguno de ellos supo dar razón de la botella de licor.

Visto el espectáculo lúdico que ahora la muerte tiene, me lleva a recordar la festividad, luctuosa y tristona, que se celebraba en mi niñez. Enterrado en el cementerio de Carabanchel Alto estaba y está mi padre. Entonces el cambio climático no nos afectaba y raro era el año en que no llovía o hacía un frío sepulcral, cuando no ambas cosas. Mi madre nos ponía el traje de los domingos y ella, enlutada, desde el pañuelo de la cabeza hasta los discretos zapatos de tacón bajo y cuadrado, se pertrechaba con un cubo donde introducía un cepillo de raíces, gamuzas, trapos y un jabón de lagarto, también un bote de sidol con el que abrillantar las letras y números que formaban, y forman, la inscripción lapidaria.

Andábamos los tres cogiditos de la mano hasta Muñoz Grandes donde tomábamos el autobús que nos dejaba en la Plaza de la Emperatriz y desde allí, a pie, atravesando el Polígono de Aguacate, llegábamos al Campo Santo. Los antes lustrosos zapatos de los domingos lucían ahora los arcillosos barros carabancheleros y los calcetines y los bajos de los pantalones padecían un sarampión de agua y tierra mojada.

El ritual al llegar ante la tumba de mi padre siempre era el mismo. Hoy, en las raras ocasiones en que acompaño a mi madre, casi se cumple también. Delante los tres de la lápida, mi madre empezaba a rezar en voz baja pero audible y nosotros secundábamos a coro la letanía. Acto seguido mi hermana y yo íbamos a la fuente a llenar el cubo de agua, en tanto que mi madre, aun con los ojos rojos, iba arrancado los rastrojos que bordeaban el triste perímetro y vaciaba de flores yermas y secas las jardineras de latón que luego rellenaría con las frescas y nuevas adquiridas en alguno de los quioscos que estaban a la entrada del cementerio.

Mientras mi madre se afanaba en frotar y restregar el gris granito nosotros curioseábamos las tumbas colindantes, calculábamos la edad en que sus ocupantes habían muerto y juzgábamos con ojos infantiles el aspecto del fallecido que nos mostraba algunas fotos que, como relicarios, adornaban las frías piedras.

Limpia la lápida, adecentado el perímetro, brillantes las letras y números, frescos los gladiolos, claveles o crisantemos en la jardinera, entonábamos una plegaria final, con las cabezas humilladas hacía aquel mojado suelo. Otra vez cogidos de las manos, derrotados en vida por la muerte de mi padre, volvíamos a desandar lo andado y con el tiempo comprendí “¡qué solos se quedan los muertos!”.

Molesto y hortera, pero sin duda prefiero “Halloween”. Ya que no te vamos a vencer, maldita muerte, por lo menos que algunos se rían de ti.

(*) Con retraso nos hemos enterado de que en el día de los Santos Difuntos se fue un adversario, que no enemigo. Sirva también este escrito de pequeño homenaje para él. Le prefería por este mundo discutiendo conmigo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo. Que gane la batalla la tonteria anglosajona, aunque nos cueste una fortunilla en piruletas. Yo me alegro. Porque la otra tradición... eso, es una tradición. Y, como Millán, cada vez que oigo la palabra tradición echo mano a la pistola. Porque en España todas las tradiciones suelen venir acompañadas de olor a cirio y frufrú de sotanas. Mejor las bobadas yanquis. Mejor besarse bajo el muérdago que peregrinar de rodillas adonde no sé qué santo. Mejor reirse de la muerte que para llorar nos basta con el Atleti.
Muy bueno el disfraz de torero muerto, qué gilipollez.
(¿Quién la ha palmado el dia dos?)
Besos de Monsieur Jambe.

Kureka dijo...

Mi amiga Paloma, la gallega, dice que allí era mucho peor, que cuando uno acababa con los muertos propios se iban a visitar a los ajenos. Y que como en las visitas a los vivos a los niños delante de cada tumba les decían "¿No saludas a mi amiga nosécuantitas?" Y el niño respondía muy bajito "Hola nosécuantitas.." Mientras calculaba para sus adentros (no sé sabe porqué, lo hacemos todos) los años que había vivido la difunta.

Yo, puestos a quedarme, ni bobadas ni penas, me quedo con el carácter práctico de los chinos quemar dinero falso y maquetas de objetos útiles (un coche, un adosado..)que lleguen por el humo al otro mundo y que puedan ayudar a prosperar al muertito en el más allá. Y llevar comida a las tumbas. Yo una vez pregunté ¿Creéis que se las comen? y me contestaron ¿Creéis que huelen vuestras flores? Pues también es verdad..

Abrazos.

Anónimo dijo...

Vaya con los chinos. Resulta que también en el más allá hace falta pasta, un coche, vivienda... menudo coñazo de eternidad. Beso,
腿先生

Nacho M. dijo...

Y lo que es peor: el dinero es falso, todos es falso, maquetas, sucedaneos, etc....Mounsieur Jambe, est une merde le ciel chinois. C'est la vie, c'est sa mort. Merci a les deux. Baisers.

Moñi dijo...

Yo también hubiese preferido tener a tu/mi “adversario” en este mundo, por encima de “todo” y de nada, porque nada merece la pena y menos entre compañeros.
Del tema “principal”, permitid que diga que, ni tanto ni tan calvo, ¡país de extremos!, país de orillas, sin término medio.
Saludos.

Sir Lawrence dijo...

No visito cementerios. Tan sólo cuando no me ha quedado más "inri"(me viene el acrónimo al pelo).
Hay que dejar descansar a los muertos.
Mi madre decía que el verdadero cariño, la atención, el cuidado, la devoción...en vida.
¡Cuánta razón tenía mi madre!
Del otro tema, es curiosa fijaos la fuerza de los Yanquis y de su marketing. Todo joven que se precie y se considere progresista, echa pestes de ellos, les critica en sus actuaciones, pero les copian en su forma de vida.
¡Incoherencia humana!
Han desplazado sus hamburguesas nuestra dieta mediterránea; ya pasan nuestros adolescentes los fines de semana metidos en los centros comerciales; ya copian ropas y estilos de vida; ya se disfrazan de muerte para reirse de la muerte...Pronto celebraremos el Día de Acción de Gracias.
Y algún chusco político querrá que no se canten villancicos y cambiaremos la Navidad por las Fiestas de Invierno o el Motín de Esquilache (al tiempo)
Prodígate más Nacho, que tienes muy buena pluma.
(En el mejor de los sentidos)
Un abrazo.

Nacho M. dijo...

Hola Marcos:
Las orillas existen, ni el pensamiento ni el sentimiento es único. Lo que es importante y quizás eches de menos es la capacidad para tender puentes, pasarelas, gabarras (en honor a Marce) o cualquier artilugio de la razón para unir o visitar a las otras orillas. Pero los hay muy vivos, que fortifican sus orillas incluso con los muertos.

Maestro:
El imperio nos traga, nada que no haya ocurrido ya a lo largo de la historia. El reino de todavía se repite incesantemente, pero yo estoy dispuesto a resistir a base de potes y cocidos y chacinas patrias.
Por otro lado te diré que yo si visito, cuando hago turismo, los cementerios, que en algunos lugares son verdaderos museos.
¡Salud y gracias a los dos por pasaros por aquí!

Kureka dijo...

腿先生,你好!No sabía yo de tu afición al chino, a ver si te vienes con mi padre cogido de las orejas :) Besotes a los dos.

Anónimo dijo...

有一天
许多亲吻

Kureka dijo...

好!我在等那一天。。